viernes, 3 de febrero de 2017

LOS POSOS DEL CAFÉ.


8 de enero 2017 a las 5:25 ·publicación facebook

LA FABRICA DE CUENTOS Y POESÍA
Presenta:

Un texto original de Luis Miguel Domingo Santiago.

LOS POSOS DEL CAFÉ
...
Recuerdo aún aquel último café... Atrincherado detrás de una pared de metro veinte. Defendiéndome de cada estúpida espada verbal con la que me atormentaban los de el otro lado de la pequeña muralla.
Mi vida había manipulado tantas veces aquella vieja máquina de vapor industrial, que su manejo había conseguido hacer un camino en el laberinto neuronal de mi cerebro. Mis manos parecían moverse sin necesidad del sofisticado sistema cerebral que siempre andaba controlándolo todo, como si fuese el auténtico dueño de mi cuerpo.

Sentía con tristeza, que los posos del café, eran siempre para mí. La dura guerra por sobrevivir a cada puñalada trapera de mis semejantes, me conducía por el conflictivo camino del resentimiento. Sin comprender que la realidad en la que me bañaba, ahogaba cada vez más el mundo natural al que amaba con toda mi alma.

Mi único refugio era el arte, un mundo que muchos piensan equivocadamente que es exclusivo para primates humanos. Pues apenas nos fijamos en la creatividad desarrollada por las otras especies con quienes a pesar de compartir hábitat, vivimos en mundos realmente paralelos.
De alguna forma inexplicable la creatividad humana sólo daba de comer a cuatro gatos, abandonando al resto de la camada...

Pero tampoco se le podía echar la culpa de nada a la creatividad pues al fin no era más que una idea juzgada y condenada por un simple y adictivo pensamiento, que se pega al corazón humano como un coagulo de sangre que se pega en un vaso sanguíneo del sistema circulatorio en cualquier tipo de ciudad...

La soledad me ahogaba como a un muñeco de nieve la bufanda que le ponen para que parezca más bonito. Cuando en realidad todos sabemos que eso le matara más pronto. Solamente el amargo sabor del café, endulzado por un minúsculo ejercito de color blanco me hacia recuperar la esperanza de teñir mi amarga vida con esos tintes azucarados que suceden de vez en cuando y te hacen seguir viviendo enamorado de la vida.

La ilusión se convertía en el azúcar, con el que yo atacaba a ese tipo de personas que trataban de teñir mi realidad con esa música rayada que les brotaba ignorantemente desde su corazón. Entendiendo que había tantos tipos de personas como de cafés...

Y eso era precisamente lo que yo hacia. Servir a la gente según era el tipo de café que me pedían...
Pues el café era siempre el mismo, como las personas, lo único que cambiaba son las emociones de las que se acompañaban.

 Por fin había comprendido que los posos de café que se desechan son la cosa más valiosa. Pues al igual que en las personas de ellos se desprenderá siempre su alma.

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