CUENTOS

DEJANDO HUELLAS


 Cuenta la leyenda que un día, una reina sulfurada, gobernaba viuda, un país de ensueño, irritada de las fiestas, cansada de sus cortesanos, aburrida de los bufones, amargada por su destino. Había caído en el consumismo de los días, matando el tiempo con suspiros y quejicosos lamentos, que crispaban aun más el ambiente del palacio.

Decidida a salir de esta vida plena de lujos y vacía de ella misma, quería investigar sus talentos para conocer sus capacidades y tratar de trazarse un esquema mental sobre su identidad y vocación en la vida. Alejándose de las expectativas que los demás tenían sobre ella para acercarse más a su propia esencia.

Cambiando sus pensamientos, inicio la muda de su realidad, acercándose al modo austero de la vida de sus ciudadanos descubrió la felicidad que se dibujaba en las cosas sencillas y humildes que cotidianamente le regalaba cada amanecer.

Fijándose en un anciano sentado en el suelo de las calles de su ciudad, se le acerco, y viendo en él, el reflejo de su propia tristeza quiso ayudarle, pensando que eso mismo era lo que ella necesitaba para cumplir la misión de su vida.

Este tranquilo anciano revestido de pobreza, gozaba de una felicidad de hierro, pues siempre tenía una palabra para reforzar las cosas buenas que le sucedían mediante pensamientos positivos que le acercaban a su otro yo.

El anciano explico a la reina que los excesos de su juventud, el deterioro de su salud, la falta de familia, la carencia de amigos, eran los ingredientes con los que el tiempo a fuego lento había ido cocinando su situación actual, que él era una víctima más de la ignorancia al que la soberbia de su juventud le había empujado casi de forma inconsciente, e impulsiva como un animal que se lanza a la guerra evolutiva.

La reina dejando entrar a la ternura en su corazón hizo alarde de su privilegiada situación y mando llamar a sus súbditos para que lo llevaran a palacio y proporcionarle una vida más digna de la condición humana.

Mientras recorrían las calles, más pobres salían a su encuentro suplicando clemencia, ella ablandada por la fuerza del amor, iba recogiendo a los que en peores condiciones encontraba, y en palacio los fue alojando y dándoles tareas y responsabilidades sencillas que algunos aceptaban de buen grado mientras otros se revelaban contra esta nueva forma de reinado.

Los impuestos bajaron, los ciudadanos vivían más contentos y sobrevivían más hijos, el reino crecía cada vez más junto a la devoción hacia la reina pues el palacio se había convertido en una casa donde vivían los enfermos y enfermeros.

Satisfecha con sus acciones sociales se dio cuenta que la gente le aclamaba, que no tenía que llevar guardias para protegerse, pues todos los beneficios se repartían con igualdad de acuerdo a cada persona y con justicia para fines sociales que al fin y al cabo era la necesidad de todos.
Más en su dialogo interior se repetía la reina :-El autoconocimiento empieza al poder contrastarse con los demás.-


Había abierto un nuevo camino hacia la honestidad, empezando por realizar su sueño de crecimiento personal en el que no tenía que cumplir más expectativas que las suyas propias.
Esta conducta fue calando en sus ciudadanos y pronto se convirtieron en un pueblo que iba dejando huellas por allí donde pasaba.


-Yo soy una con los demás…- empezaba siempre diciendo en sus discursos, y tal fue la fuerza que adquirió la frase que todos vivían conviviendo y laboraban colaborando.
Descubriendo así que las apariencias van en contra de la auto realización y cumplir las expectativas de los demás no es lo que nadie desea, pues las apariencias son lo que nos impiden la auto realización.






















UN PLATO SOPERO EN EL CIELO

2 de julio de 2016

Ampliado el 2 de julio de 2017 en este BLOG


LA FABRICA DE CUENTOS

Un texto original de Luis Miguel Domingo.
Una fotografía original de Pedro Barrios.




            UN PLATO SOPERO EN EL CIELO

Aquella noche de luna llena, un color plateado alumbraba el camino entre las sombras de la nocturnidad. Una silueta oscura caminaba pegada a mis pies, como se pega el fuego a una brasa.

El calor del verano se deshilvanaba, como el hilo en una máquina de coser. Hasta que el carrete se vuelve a reponer.

El viento se dibujaba en las copas de los arboles como dándoles pinceladas de movimientos cortos que llenaban de susurros misteriosos el espacio entre ellos y nosotros.

Mi sombra era un ser extraño, un invento natural de la vida con quien solía conversar muy a menudo, en mis paseos nocturnos por los largos caminos abiertos en la periferia de la ciudad, quienes habían aprendido a comunicarse muy bien entre ellos, con cada cartel que dice:

"Perdonen las molestias estamos trabajando para mejorar"
Puestos en las calles, por esas marionetas biológicas, llamadas seres humanos, que también crecemos cuando trabajamos las calles neuronales de nuestro propio cerebro. Convirtiendo las rudimentarias conexiones matemáticas de la mente, en el sistema binario (vibratorio) de la inteligencia cuántica, que abarca todas las demás inteligencias múltiples de las que dota la naturaleza a todos los seres independientemente del cerebro.

Pues la mente no es más que un filtro, una caja negra,  un cajón  de herramientas, donde la verdadera inteligencia es la memoria de átomos y células capaces de retener la información y propagarla de nuevo por el espacio, como hormigas que van por la tierra colonizando hormigueros. Como un mecánico que lleva una caja de herramientas, para ir arreglando la vida, parcheando la existencia, apretando las bujías biológicas que producen la chispa de la existencia alimentando a la vida con sus pequeñas explosiones que producen la suficiente corriente eléctrica que da lugar a lo que denominamos los seres humanos: VIDA.

Mi rutina nocturna alrededor de la Basílica románica del Duero no tenia más motivo que la paz que se originaba en la sorda conversación con mis pensamientos:

-Las personas somos como platos, para almacenar la sopa emocional, Amor, resentimiento...

Los hay hondos y superficiales; grandes y pequeños; planos y soperos; anchos y estrechos.
Algunos son profundos y sirven a la vida para albergar la buena sopa, su Amor, sus buenas cosas...
Otros son sin embargo planos, con carácter amargo, nunca se llenan, y guardan siempre lo malo...-

La noche seguía avanzando a su ritmo ignorando mis cadenas de pensamientos, que se levantaban en círculos, como una mayonesa, una crema, una nata... Batidos neuronales viajando por esa masa gris que yo mismo con cada pensamiento, hacia que mi nata mental solidificara.

Tomando así un control interno, y una disciplina espiritualizada, es decir una conciencia de mi mismo, en mis circuitos impresos, integrada.

La belleza residía en el fondo negro de la estampa, armonía de oscuridad que contrasta con el alma.

El filtro de la curiosidad me convertía en un plato con alma, uno sopero de loza, es decir un trozo de barro fino, cocido y barnizado, por esos dolores y sufrimientos que me iban enseñando a vivir en función de como los iba aceptando en una lucha de comprensión y esfuerzo diaria.

La mutación matemática que acontece en nuestra hermosa Tierra colmada de naturaleza, era desaprovechada por las prisas mundanas. Tan sólo poetas, artistas, escritores e inventores, se dejaban ilusionar por la creatividad cósmica. Derramada en cada ser vivo e inerte en cualquier trocito de las infinitas galaxias. Por donde el tiempo, sin prisas, es el maestro de la magia. El Mago Rojo que yo desde mi infancia identificaba, mientras ahora le denomino: Fuerza de la Gravedad, Esfuerzo Diario, o la Magia de la Constancia...


Esa magia que convierte a platos de barro, en platos de cerámica, que deben pasar por el horneado de la vida, para ganarse su paradójica dureza y fragilidad, impresa en las partículas del espíritu que forma cada gota de nuestro alma.
Esa magia que convierte energía en materia, o viceversa, para dar dureza a este barro orgánico, esta plastilina reciclada por la vida, en que nos convertimos cada ser humano, según las partículas más pequeñas se lo comunican a la vida. En este paradójico ciclo, que nadie sabe cuando termina...

FIN









UNA MIRADA HACIA EL INFINITO

Publicado en Facebook el  23 06 16


LA FABRICA DE CUENTOS

un texto original de Luis Miguel Domingo

Una mirada hacia el infinito

Hace mucho, mucho tiempo nacieron las habilidades humanas, quienes capacitaron a varias especies de simios, a caminar erguidos.

La energía se transformaba en materia de la misma forma que lo sigue haciendo hoy en día. Tan sólo cambiaba la programación con la que jugaba la vida a crear especies diferentes.

Los seres diferentes son precisamente aquellos que tienen la capacidad de cambiar las cosas, y sin embargo suelen ser los más perseguidos injustamente por el resto de seres que viven a su alrededor.

La vida trabajaba día y noche, sin descansar jamás, para hacer cumplir la ley natural. Esa ley que nos mantiene pegados los pies a la Tierra, nos hace dar vueltas alrededor del cuerpo celeste cercano mas grande y luminoso que vemos.
Esa ley a la que jamás nunca ningún ser ha podido escapar.

Vivimos atados como tripas de cerdo rellenas de carne con sebo, siendo arrastrados como una simple mercancía, por las creencias, a quienes obedecemos sin querer saber nada más de la muerte, quien nos acecha muerta de hambre, como un perro que come sin tener nunca suficiente.

Así como un río arrastra piedras y tierra en su descenso hacia el mar o hacia otros lugares, nos arrastran nuestras leyes físicas, enriquecidas o empobrecidas por nuestras inquietudes mentales, bombardeadas con la necesidad que tienen algunos de vender.

La ilusión, se interesaba siempre por todo. Todo le venia bien, siempre encontraba una solución a cada imprevisto amanecer o atardecer, enriqueciéndolo con música, cariño...
Pero sobre todo enriqueciéndolo con lo que ella misma era.

Pues aunque le acusaban muy a menudo de ser una mentira disfrazada, en realidad la ilusión, no era más que un ser imaginario con quien todo el mundo quería compartir sus sueños. La verdad o la mentira perdían su valor ante esta nueva dimensión. Pues que importaba si la luz es ausencia de oscuridad o al revés. Cuando tomas conciencia de que tú mismo brillas con luz propia.

Esa luz que en realidad no existe, pero que expresa muy bien la forma en que un haplorrino, contrario de los primates estrepsirrinos, es decir un ser humano, extiende su mirada hacia el cielo, como si extendiera una parte de su ser y es capaz de sentirse y verse a si mismo tocando las estrellas con la delicadeza con la que el sol toca nuestras emociones cada mañana en que las nubes se lo permiten, difuminándose en el viento, como se difumina la pintura en un cuadro. que te hace imaginar mundos paralelos.

FIN








UN RELOJ CONECTADO

El tiempo circula por los circuitos de un reloj
como la sangre por la venas de una persona.
El tiempo es un caudal de riqueza que cae sobre
la vida como lo hace la lluvia, formando ríos
de tiempo que sólo avanzan hacia delante.

Un reloj se conecta a cada segundo con la realidad
deformada por el tiempo que el mismo se encarga
de contar, mediante la conexión de su maquinaria
analógica o digital al sistema que le alimenta.

Como cualquier otro ser, puede conectarse con si mismo
mediante la energía suministrada por pilas, cuerda, o cualquier
otro mecanismo que permite fluir la energía dentro de la materia.
En un viaje interminable que vemos a través de su propia esfera.
en donde se refleja el rostro de quien observa su interminable caminar.

Un caminar circular que no conduce más que a dar vueltas.
y ahí, en esas vueltas que se suceden unas a otras en el cerebro,
como las olas en el mar, es donde sucede la magia de la vida.
una ola sigue a otra, como la vida misma, en una explosión infinita
que llena el vacío silencio cósmico de interferencias galácticas.










UN CEREBRO CON MULETAS

Había una vez un mundo donde la gente se olvido del silencio,
la pausa, el descanso, y la Paz.
Las personas que vivían en esta época, eran privilegiadas.
Les bastaba con apretar un sólo botón, para tener a un gran músico
tocando a su lado, o enviar un mensaje a un amig@...
En unos segundos cualquier poseedor de un teléfono inteligente
podía disfrutar de una aplicación para dispositivos móviles.

La revolución industrial parecía lejana, frente a esta nueva realidad,
dominada por el exceso de información, telemática, gráfica, o escrita,
entre otras muchas variedades informativas.

La estética y la imagen, eran dos locas creencias colectivas que inundaban
todo de aparente belleza. La invasión planetaria, lucia muchas caras, todas
ellas individuos hermanos de una misma especie, contando con la firme
creencia, y la terrible esperanza de que las aplicaciones al cerebro
se bajaran como se bajan actualmente a un teléfono.

Los políticos se habían empobrecido tanto, que ya no eran capaces de gestionar
acuerdos entre ellos mismos, a pesar de sus enormes retribuciones salariales,
a causa de lo cual, la justicia social debía ser alimentada por simios solidarios
capaces de anteponer su corazón al dinero.

Una bomba de relojería biológica mantenía vivo todo el sistema de riego sanguíneo,
impregnando la vida de un sentido tierno y hermoso a quienes eran capaces de
mantener una asidua higiene emocional, capaz de cambiar la química responsable
de la configuración de la mente, en el caminar lento y constante de la existencia.

Los monos estéticos, ya no peinaban su corazón, ni acariciaban su alma, sus manos frías
rechazaban toda ayuda por la vergüenza de las empobrecidas creencias, que hacen
suponer a la razón que se es menos digno del éxito por ello.

Las sillas de ruedas, las muletas, y los implantes autómatas, que ciertas personas necesitaban
en su cuerpo, para suplir la falta de algún miembro, o simplemente cubrir sus evidentes
carencias. Eran las invisibles barreras que casi todos ocultaban en lo más hondo de sus
juicios morales.

Perdiendo en ello, el sentido de la existencia humana,
como se disipa la sal en el agua.


FIN


23 de mayo de 2016 a las 5:27

LA FABRICA DE CUENTOS

Un texto original de Luis Miguel Domingo








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